Que todas las Escrituras tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento son verbalmente inspiradas por Dios, que no poseen error en los escritos originales y que constituyen la autoridad suprema y final para la fe y la vida.
En un Dios, creador y sustentador del universo, eternamente existente en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En la deidad de Jesucristo, su nacimiento virginal, su vida sin pecado, su muerte para pagar la pena de los pecados de todos, su resurrección corporal, su exaltación a la diestra de Dios y su retorno personal, inminente, pre-tribulacional y pre-milenial.
Que todos los hombres han pecado y por lo tanto son culpables ante Dios y están bajo Su condenación.
Que todos aquellos que por la fe reciben a Jesucristo en consecuencia nacen de nuevo por el Espíritu Santo, que por lo tanto son hijos de Dios y eternalmente salvos y que el Espíritu Santo mora en cada creyente con el fin de iluminarlo, guiarlo y capacitarlo para la vida, testimonio y servicio.
Creemos que Dios da dones espirituales a todos los creyentes para la edificación del cuerpo de Cristo. No obstante, creemos que los dones del Espíritu de señales milagrosas, tales como las lenguas y la sanidad, estuvieron limitados a la iglesia primitiva. Creemos que Dios responde las oraciones de su pueblo y suple las necesidades según Su propósito.
En la resurrección corporal de justos e injustos, la eterna dicha de los salvados en gloria, y el eterno y conciente castigo de los perdidos en el infierno.
Que todos los creyentes son llamados a una vida de separación de una práctica y alianza mundanal y pecaminosa.